La República Federal apenas duró un año y no pudo promulgar
una Constitución que ya estaba redactada y que contaba con ideas avanzadas
incluso para nuestros días. Comenzaba con el título dedicado a la “Nación
Española” compuesta por los Estados de Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón,
Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña,
Cuba, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico, Valencia, Regiones
Vascongadas. Además de otros territorios como Filipinas, Fernando Poo, Annobon,
Corisco y posesiones africanas que serían elevados al rango de Estados “a
medida de sus progresos”. Algunos puntos se adelantaban a las constituciones
democráticas del siglo XX, como el reconocimiento de los derechos y libertades
del individuo, la prohibición de subvencionar directa o indirectamente ningún
culto religioso, la soberanía nacional que recaía en los ciudadanos,
representados en las instituciones de la República mediante el sufragio
universal, etc.
Este impulso regenerador, modernizador y democrático se vio
frenado por los avatares políticos, ya que la joven República fue acosada por
quienes habían hecho caer a Don Amadeo, los borbónicos, los partidos
esclavistas, los carlistas y los conservadores. Pero también la impaciencia de
núcleos republicanos, que provocaron la Revolución Cantonal, hicieron imposible
la promulgación de la nueva Constitución en un clima de guerra civil. Para mantener
el orden los gobiernos republicanos se apoyaron en los militares y finalizó el
experimento federal de 1873 dando lugar a la República Autoritaria de 1874.
Llama la atención que los políticos de aquellos años…¡dimitían!.
La permanente inestabilidad del parlamento, dejaba a menudo sin apoyos a los
líderes que presentaban la dimisión a las primeras de cambio. Muy distinta es
la situación hoy, cuando vemos que políticos sin honor se siguen aferrando a
los sillones como auténticas garrapatas.
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