Poco más de 150 personas, entre ellos "nobles" y "caballeros" que esperemos acudan sin montura, mandamases políticos y autonómicos, además de la representación extranjera del nuncio del Vaticano, son los invitados al acto de abdicación de Juan Carlos I. Como puede verse, acude la flor y nata de la casta que desgraciadamente jerarquiza el país. Que nosotros sepamos, no habrá representantes de los 6 millones de parados o de los varios millones de pobres, que -claro está- son a ojos de la Monarquía mucho menos importantes que los mencionados "Grandes de España".
A diferencia de lo ocurrido en la entronización de Juan Carlos I en 1975, en esta ocasión no habrá discursos por parte del monarca abdicado ni de su hijo. Será para evitar el juicio de la Historia -a menudo severo- con las palabras que quedan escritas.
La ceremonia del Palacio Real es a las 6 de la tarde, suponemos que para poder ver luego el partido de la Selección que ahora llaman -hasta los peperos- "la roja". El acto real será un espectáculo estupendo para los monárquicos, el "Hola" y el "ABC", pero para una buena parte de la castigada clase media actual, únicamente significa un pavoneo sin sentido y exclusivo, reservado a la parte más rancia y oligárquica de la sociedad, para escenificar ante ellos el dedazo real. Menos toisones de oro y más democracia por favor.
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