La llegada al solio pontificio del Papa Francisco ha dado un nuevo aire a la Iglesia basado en una vuelta a la humildad y más preocupación por las cuestiones religiosas y sociales que por las batallas políticas. Sin embargo, en el seno de la Iglesia, y más concretamente han surgido ciertos "versos libres" que no siguen las nuevas ideas que llegan de Roma. A decir verdad, más que versos libres son versos sotánicos, por las sotanas -negras, negrísimas- que llevan ellos, y nos llevan a nosotros a las noches de los tiempos.
Un caso llamativo ha sido el del arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián -recién nombrado cardenal por el Papa- que dijo que la homosexualidad "se podía normalizar con tratamiento", además de añadir que "es una manera deficiente de manifestar la sexualidad". Suponemos que para manifestarse tan claramente sabrá mucho del tema sexual. No le va a la zaga el cura leonés que dijo que la enfermedad de Pedro Zerolo era un castigo divino, además de pedir la pena de muerte para las personas partidarias del aborto. Vamos, que a este furibundo "pro-vida" le parece bien matar a los que no piensan como él. En los Evangelios se muestra la preocupación que Jesús tenía hacia los enfermos y necesitados pero estos individuos -más propios del medievo que de la sociedad española del siglo XXI- lo deben haber olvidado. Las actitudes homófobas no son tolerables en un marco de convivencia como el actual y estos versos sotánicos deberían ser condenados, o cuando menos desautorizados por sus superiores. No basta con censurar sus presuntas "opiniones políticas", cuando se trata de una clara incitación al odio y a la discriminación hacia un colectivo tradicionalmente perseguido y hoy, pese a quien pese, totalmente integrado en nuestra sociedad.
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