sábado, 28 de diciembre de 2013

Dejad en paz a The Guardian

Finaliza 2013, un año que ha sido marcado por la involución inquisitorial de las llamadas "democracias occidentales". Un caso claro lo tenemos en el Reino Unido, donde el acoso al diario The Guardian, ha mostrado lo peligroso que es publicar verdades incómodas en Occidente.

Alan Rusbridger, el director de The Guardian se vio obligado a comparecer ante la Comisión de Interior de la Cámara de los Comunes. Allí, ante el acoso de los diputados -tanto conservadores como laboristas- denunció las presiones recibidas por parte de Cameron o del siniestro M15 y su firme propósito de no dejarse intimidar.

¿Qué terrible delito había cometido The Guardian? Simplemente publicar una mínima parte de los papeles que Snowden les dio. A los ojos de los gobiernos financiero-políticos que padecemos en Occidente -cada vez más envueltos en la opacidad- es malo que los ciudadanos estén enterados de sus prácticas sobredimensionadas de espionaje. Es malo saber la verdad.

La forma más efectiva de mantener su gran mentira, el statu quo que les proporciona cada vez más poder, es tener a los ciudadanos en la ignorancia. Lo más efectivo es matar al mensajero. Si Cameron acosa a The Guardian, Obama dicta una especie de fatua contra Edward Snowden que recuerda a la sufrida por Salman Rushdie a manos de los fanáticos religiosos iraníes. Los que pusieron inicialmente el grito en el cielo -la espiada Merkel, los gobiernos español o francés- finalmente han adoptado una postura sumisa que puede ser reflejo tanto de su impotencia como de su connivencia.

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